Todas las actividades humanas consumen recursos naturales, especialmente las asociadas a lo que hasta ahora se conocía por progreso social y bienestar económico. Se obtienen del planeta distintos materiales para ser transformados en productos y energía, genérandose en este proceso productos residuales de todo tipo. A este intercambio, a todas luces negativo para el medio ambiente, éste responde con una notable capacidad de regeneración que hasta hace poco nunca se había cuestionado, pero que actualmente no se duda que sea limitada.